VIVIR CON EM

La vida continúa

La vida de tu hijo/a no va a cambiar de forma radical. Una vez se controlen los brotes, podrá continuar con su vida como hasta ahora.

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Además de los síntomas físicos, en ocasiones aparecen problemas conductuales (malas contestaciones, dificultades en el colegio, desmotivación, rebeldía….) tras el diagnóstico. Es importante distinguir si estos cambios son propios de la adolescencia, si es la forma de manifestar sus emociones y ansiedad o si son síntomas de la EM.

Algunas conductas de alarma son: cambios en la rutina de su día a día, mayor dificultad para tareas fáciles, descenso brusco del rendimiento escolar…

Pero también es fácil acabar achacando a la EM conductas normales en estas edades. Los adolescentes se cansan, se desmotivan con facilidad, tienen problemas de concentración, aumentan las horas de sueño y cambian de humor con facilidad.

Tu hijo/a seguirá siendo un niño en transición a adulto. Tendrás que hacer frente a todos los demás retos del crecimiento, como los grupos de amigos, las parejas, la sexualidad, el consumo de alcohol y sustancias, la exigencia escolar, el descubrimiento de su identidad…

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Por lo general, sigue poniendo límites a tu hijo/a, y cuando aparezca un problema conductual, conversa con él/ella para intentar descubrir qué emociones hay detrás.

Ante la duda, consulta con el neurólogo/a, otro médico especialista o con un psicólogo/a, y recuerda que no estás sola/o en el proceso. Si tienes sospechas de que tu hija/o puede tener un problema emocional, consulta con un especialista para descartar una patología o una mala adaptación a la EM.

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